Patricia Liberona González
Psicóloga y académica Facultad de Psicología
Universidad San Sebastián

El juego es un actividad espontánea, libre y placentera que se inicia en los primeros meses y que se extiende por toda la vida. Para Garry Landreth, el juego es la herramienta y lenguaje del niño, por excelencia.

A través suyo puede expresar, representar, elaborar sus experiencias y aprendizajes de manera placentera y amigable. Es tan relevante la posibilidad de jugar para su desarrollo sano que se encuentra resguardada en la Convención de los Derechos del Niño.

“Hoy, en el escenario de conflicto y crisis social que está sacudiendo a Chile, muchos niños han participado junto a sus familias de manifestaciones sociales, se han visto expuestos a situaciones de violencia o a ser testigo de ellas, han visto las noticias, han escuchado a sus adultos más cercanos entregar sus opiniones en torno al conflicto social, es decir, se han estado inundados, en breve tiempo, de una serie de eventos novedosos que hasta ahora no conocían”.

A diferencia de los adultos, que expresamos lo que nos pasa a través del lenguaje, y organizamos nuestras ideas a través de una organización verbal narrada, los niños utilizan diferentes vías de expresión como forma de organización y elaboración de lo que les pasa: el juego, el arte, el movimiento.

De acuerdo con Charles Schaefer, un destacado autor en terapia de juego, se sabe que permite la expresión y elaboración de experiencias, señalando que “los niños muestran una tendencia natural a afrontar los traumas y eventos externos por medio del juego. Después de los atentados terroristas del 11 de septiembre en Estados Unidos, se observó que muchos niños construían torres con cubos y estrellaban contra ellas aviones de juguete”.

Hoy, en el escenario de conflicto y crisis social que está sacudiendo a Chile, muchos niños han participado junto a sus familias de manifestaciones sociales, se han visto expuestos a situaciones de violencia o a ser testigo de ellas, han visto las noticias, han escuchado a sus adultos más cercanos entregar sus opiniones en torno al conflicto social, es decir, se han estado inundados, en breve tiempo, de una serie de eventos novedosos que hasta ahora no conocían. Muchos niños/as han visto a sus padres u otros referentes adultos, desplegando acciones inusitadas, lo que puede generarles diferentes tipos de emociones: desconcierto, sorpresa, confusión, ansiedad, miedo, entre otros.

Por ello, desde esta perspectiva, es esperable que nos encontremos con niños y niñas jugando al “cacerolazo” o a la “barricada”, que intercambien roles, lo que les permitirá desarrollar la empatía que es la habilidad para colocarse en el lugar del otro; así también pueden, a través del juego, desarrollar diferentes soluciones posibles a la temática del juego, soluciones creativas y/o fantaseadas, creando sus propias reglas.

Otras formas de expresión son las representaciones teatrales, las representaciones plásticas/gráficas, donde el niño/a utiliza distintos medios para expresar lo que está viviendo.

También es esperable que el juego pueda ser reiterativo o repetitivo, como lo son para los adultos las conversaciones repetitivas sobre el conflicto social, lo que permite la adecuada elaboración de esta experiencia, que podríamos catalogar al menos como “desorganizante” de su rutina diaria.

El mensaje es que los adultos no teman a este tipo de expresiones, si bien no hay que restarles importancia, no deben reprimirse, ya que son parte del proceso de elaboración y expresión del niño/a. Puede buscarse en el juego las inquietudes que no sabe elaborar y darles las respuestas y acompañamiento afectivo que requieren

En conclusión, que resulte un proceso de aprendizaje y conocimiento de realidades variables, no por ello carentes de oportunidad de crecer y jugar.