Nadie tiene clara la extensión de esta pandemia. Nadie a su vez puede asegurar que vacunas y otras cuestiones sanitarias, habrán resuelto el problema en los próximos cercanos meses.
Lo que si está claro es que, en los próximos meses hay que comer. Los niños bien alimentados, hombres y mujeres, todos, comer. Nadie se puede ir en la noche a su cama a dormir, con el estómago vacío. Eso no. Es sería un retroceso como sociedad chilena, gravísimo.
Entonces, comencemos a encender las antenas. Vivimos en una sociedad que compartimos historia suelo, cielo, lluvias y hogar. Nadie es distinto en la tragedia, todos a un mismo objetivo y este es, repito, comer.
Se nos ha dicho, y es posible que esto ocurra, que podemos llegar a lo que fue la gran depresión de los primeros años treinta del siglo pasado. Gigantes como EEUU, ciudades repletas de éxito y presencia mundial, París, Nueva York, Londres, vieron en sus calles nacer las ollas comunes.
Miles de sus habitantes, no tenían qué comer y las ollas lo resolvieron. Las manos se extendieron unas con otras y juntas conformaron cadenas de solidaridad admirable y efectiva. En Chile hay que prepararse ahora por si llegamos a eso. Y para ello, los primeros actores serán las Juntas de Vecinos. Ellos conocen a sus familias, niños, viejos postrados, dramas humanos. La Junta de Vecino, primera figura en lo que puede venir. Si nada ocurre, fantástico, a lo menos habremos conocido más a nuestro vecino.
En otras comunidades, ya comienza a hablarse. Esto no es un asunto político. Las cosas se piensan porque esta pandemia está superando todo y lo que se refiere a la administración de ella, hay autoridades que están preocupadas, pero en el hambre, estamos nosotros.