Era esperable el debate constitucional en torno a propuestas que, tímidamente, comienzan a dibujarse en la conciencia de los reformadores. 

Es que se dan dos análisis que, siendo ambos de común interés, reflejan puntos de análisis ligeramente diversos.

El primero se sustenta en el petitorio social que se levanta en medio de saqueos, voces fuertes, (algunas repletas de odio) y marchas diversas, todas relacionadas con asuntos cuya solución en gran medida, se encuentra en la excelencia de un Estado más inteligente, lejos de presiones partidistas, oportuno, eficiente y transparente.

¿Es que había que destruir para lograr esta diligencia del ejecutivo y del parlamento para resolver asuntos sociales pendientes?

No es otra cosa, el listado de leyes “express” que se han aprobado en las últimas semanas.  ¿Es que había que destruir para lograr esta diligencia del ejecutivo y del parlamento para resolver asuntos sociales pendientes?… ¿o en realidad no lo estaban y solamente el miedo, factor de cambio permanente en la historia de la humanidad, fue el propulsor de este acelerado proceso de solución de problemas?.

El segundo aspecto, se refiere, precisamente a empujar los cambios para que este mismo  Estado, que ha demostrado ineficiencia sea el autor de una nueva vida nacional. La razón de esto último, se encuentra en la estrategia de fuerza que, radicada el mayor número de personas en una sola área de influencia política, en este caso el Estado, es más  eficiente la propagación del miedo, el manejo de asonadas y la presión sobre los mismos trabajadores. Por lo demás, se ha mostrado la eficiencia de tal concentración al observar los paros y huelgas del sector público, sin el menor apego al daño que producen. 

Lo anterior, será el centro del debate constitucional. Para ello, hay que eliminar al Estado subsidiario, también hacer desaparecer funciones sociales, no ejecutadas por este mismo Estado y disponer, el Estado Social, cuestión esta que permite a quien gobierne, fijar precios, eliminar libertades laborales, también educacionales y asumir dirección de empresas con un objetivo de cumplimientos sociales.

Todo lo anterior, que parece extremo, a la luz de todo lo ocurrido, el vocerío surgido en tales manifestaciones y declaraciones que dejan entrever el final del camino emprendido en estas jornadas violentas, tienen el aval de otros estados, que instalaron iguales doctrinas, las mismas que han fracasado en todo el orbe.

Por ello, el debate que viene, sin duda reflejará dos mundos y cada uno de nosotros, optará por el que quiere vivir. A ese extremo, hemos llegado.

Mario Ríos Santander