Pasado el cruce norte de Los Ángeles en dirección al sur se encuentra “Don Saludin”, quién se ha convertido en un ícono de la alegría durante la mañana en la zona, especialmente en la festividades que se realizan durante el año.

Se llama Ariel Segundo Abello Saavedra, mejor conocido como “Don Saludín”, quien se ha convertido en una figura emblemática de Los Ángeles, no solo por la calidad de los productos que vende, sino por la energía y positividad con la que enfrenta la vida.

Este vendedor de pan amasado y otros productos típicos ha conquistado el corazón de los conductores que transitan diariamente por el cruce Sor Vicenta, en la avenida Las Industrias, especialmente por su saludo.

El origen de su travesía en Los Ángeles y un saludo que transforma

Proveniente de Santiago, Don Saludín llegó a Los Ángeles motivado por su esposa y con la determinación de empezar de nuevo, y con la idea de mejorar un poco su origen capitalino.

”Yo no conocía Los Ángeles, pero hay que reinventarse en la vida”, comenta con una sonrisa. Para él, el trabajo duro ha sido siempre su respuesta ante las dificultades. Se levanta cada día a las 2 de la mañana para preparar el pan y a las 6:30 ya está en su lugar habitual, donde permanece hasta las 10:00.

Más allá de sus productos, lo que realmente destaca de Don Ariel es su energía positiva. “La gente pasaba triste o amargada, así que empecé a saludarlos. Al principio no me contestaban, pero con el tiempo, se fue creando una conexión”.

Su entusiasmo no se limita a las palabras, ya que ara las festividades, se viste de viejito pascuero en Navidad o utiliza disfraces en Halloween, contagiando alegría a quienes lo rodean, o ahora en Fiestas Patrias con un breve atuendo de huaso y una bandera al aire.

La vida detrás de él emprendimiento

A sus 54 años, este emprendedor enfrenta la vida con optimismo, vive con su esposa en la casa de su suegro y aunque no tiene propiedad propia, no se queja. “Soy optimista, no hay que tenerle miedo a la vida”, afirma. Su filosofía es clara: perseverancia y constancia llevan al éxito, y él es un ejemplo vivo de ello.

Con una actitud humilde pero determinada, él comparte su visión sobre el oficio de vendedor ambulante. “Uno tiene que hacerse una imagen, un prestigio. No se trata solo de vender, sino de cómo te presentas y cómo tratas a las personas”, explica. Para él, su trabajo es digno y merece respeto, y lo demuestra con su impecable presentación diaria.

A pesar de que nunca había hecho pan antes de llegar a Los Ángeles, Don Ariel ha aprendido a perfeccionar su técnica. Con una mezcla de intuición y dedicación, prepara cada día productos de calidad para sus clientes, siempre con el objetivo de satisfacer sus necesidades. “Amo lo que hago, y lo hago con cariño”, confiesa.

La historia de “Don Saludín” es un recordatorio de que, incluso en los cruces más transitados y en los trabajos más humildes, la alegría y el esfuerzo pueden convertir a una persona en un verdadero ícono local.

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