Un accidente cerebro vascular, es un episodio en la vida de las personas que en la mayoría de los casos, no tiene vuelta atrás, pero superar 2 o 3 y seguir vivo y en condiciones para contarlo, es algo que probablemente que muy pocos como Erla Veloso puedan contar.
La mujer de actuales 70 años, penquista y madre de 4 hijos, con una nieta de 10 años y otro en camino, le tocó vivir su primer ACV en 2014. Tal como recuerda, siempre ha sido jaquecosa, pero en este episodio, supo de inmediato, que era algo diferente por lo que se fue a la clínica y el resultado la asustó mucho.
“La verdad que el 2014 yo solo me recuerdo que tuve una jaqueca fuerte, no se me quitaba con ningún medicamento que habitualmente tomaba, por lo que me fui a la clínica. tomaron un scanner y ahí salió que tenía un sangramiento cerebral, tenía una mancha de sangre, no se sabía de donde venía”, contó.
Afortunadamente, de este hecho quedó sin secuelas y en pocos días pudo regresar a su casa. Sin embargo, en 2016, su vida cambió por completo.
El concierto de Adamo
Uno de los artistas favoritos de toda la vida de Erla y su hermana Liliana ha sido Salvatore Adamo. Su música romántica marcó sus años de juventud, por lo que la noticia de su presentación en el gimnasio municipal de Concepción, fue razón suficiente para ir a verlo.
“Ese día me arregle y fui en auto al Gimnasio Municipal de Concepción, donde iba a ver un show de Adamo. Ahí, me estaba esperando mi hermana que me había invitado. Fui en auto, me estacioné”, recuerda.
Pero un dolor de estómago muy fuerte fue la alerta de lo que se venía. “A medida que me iba acercando a mi hermana que me hacía señas, comencé a sentir un dolor muy fuerte en el estómago y la cabeza. Yo sentía algo raro que me estaba pasando, así es que le pedí que me acompañara al baño”.
En ese instante, “me empezó un dolor de cabeza insoportable, inaguantable. No te puedo explicar el dolor que sentía, porque además, estaba a punto de ver al ídolo de toda mi vida, no me lo quería perder por nada del mundo, pero el dolor era terrible”.
Debido a ello, “le pedí a mi hermana que llamara a mi marido y ella me llevó a la Clínica Biobío. Al rato llegó mi esposo y me hicieron una serie de exámenes y quedé conectada a un montón de enchufes”.
«Tuve mucho miedo de morir»
Como Erla ya había tenido un ACV dos años antes, el miedo se apoderó de ella. “Tuve mucho miedo de morir, porque cuando te pasa algo en la cabeza, está esa posibilidad. Y uno todavía quiere ver a sus hijos realizarse, casarse, tener hijos y sentía mucha angustia de perdérmelo”, aseguró.
Sin embargo, en ese minuto y tras cuatro días internada, fue dada de alta. “El doctor me dijo que no encontraba nada, que justificara que me quedara más en la clínica. Me mandó para la casa. Me acosté, iba llena de calmantes, dormí y en la mañana, cuando desperté me quise levantar al baño y me di cuenta que la mitad de mi cuerpo no funcionaba, no me respondía. Tení todo el lado izquierdo sin movimiento. Primero traté de mover mi pierna y no pude por más que trataba y el brazo tampoco, así que me puse a gritar”.
Su esposo, rápidamente llamó a una ambulancia y tuvo que regresar al hospital.
“Yo pensé que me moría, literalmente que me moría. Estaba muy asustada, con mucho susto, me pasaban cosas que uno se empieza a acordar de todo, de los hijos, de los padres, de los hermanos, pasa todo. La desesperación de no poder verlos. Me acuerdo que estaba en la casa mi hija (que viajó desde Osorno), porque a raíz de que había estado los cuatro días antes me dieron de alta, ella vino y justo me pasó cuando estaba aquí. Llegue a la clínica y me pasaron a la UCI y me encontraron que estaba con un tremendo sangramiento y me produjo una hemiparesia de todo el izquierdo”, detalló.
“¿Quién se va a hacer cargo de mí?«
Durante el tiempo que Erla pasó internada, 16 días en la UCI y el resto de los días en medicina, su pensamiento es probablemente el que muchos adultos mayores pueden tener: ¿quién se va a hacer cargo de mi? Claro, tenía su cuerpo con secuelas y tener que depender de otros era algo que no quería pasar.
“Uno empieza a pensar en mil cosas, nunca perdí la conciencia. Uno se pone a pensar qué va a pasar, qué voy a hacer ahora, voy a ser un cacho, ¿quién se va a hacer cargo de mí?, todas esas cosas que uno piensa”, expresó.
“Saqué energía pensando en mis hijos»
Dentro de todo el drama que vivió esta mujer, su ánimo a pesar de lo complejo de la situación, fue nunca rendirse.
“Yo lo único que pensaba era en mi hijos. Nada más, nada más. Yo volví a caminar por ellos. Estaba todo el día pensando en ellos y con eso me mentalizaba que no me podía quedar postrada”, aseveró.
De esa manera, “la mano la moví, la empecé a mover como al mes y la pierna la empecé a apoyar a los tres meses. Al principio una camina con dos personas que te ayudan, te van intentando ayudar a que te apoyen en el pie, vas caminando con un burrito, con un bastón. Mucho tiempo con ayuda. Me acuerdo que mi marido me iba a dejar a la rehabilitación y mi hijo menor me iba a buscar todos los días. Yo estuve un año todos los días a la rehabilitación”.
Así, “la primera vez que moví el dedo gordo del pie, ustedes no se imaginan. Cuando uno no puede moverse y tú te concentras y mueves por primera vez el dedo gordo del pie es una emoción tan grande. Ahí yo dije, voy a volver a caminar por mi cuenta y así fue, estuve un año en rehabilitación, no falte nunca”.
2018, el último ACV
Luego de su extensa recuperación, Erla comenzó a retomar su vida. Volvió a caminar, luego comenzó nuevamente a manejar, pero en 2018, la vida le tenía preparada nuevamente una compleja situación: el tercer ACV.
En esta ocasión ya sabía perfectamente lo que le estaba pasando y rápidamente se fue a la Clínica. Como si se tratara de una persona invencible, la ley de “la tercera es la vencida”, no aplicó para ella. Fue atendida por el equipo médico y nuevamente, tras varios días, logró recuperarse.
“No fue tan grande como los dos anteriores, pero igual uno se asusta, porque esta te empieza a cansar y a aburrir, porque las fuerzas puedes tenerlas pero igual te flaquean”, sostuvo.
Lamentablemente, en la actualidad, Erla fue diagnosticada con Parkinson. Pero, bajo ninguna circunstancia se ha rendido. “A esta altura de mi vida, tengo 70 años, algo me tenía que pasar, alguna secuela debía tener”, reflexionó.
“Yo actualmente, puedo hacer una vida prácticamente normal. Yo siento muchas veces y lo he pensado que si no hubiera sido tan porfiada – ya que yo dije que iba a caminar y caminé – otra sería la historia”, complementó.
La receta para salir adelante
Comprendiendo que es una excepción a la regla tradicional de esta enfermedad, Erla dijo que la receta para sobreponerse “es la fuerza interior”.
“Yo sé que es tan difícil estar contenta cuando se pasa por problemas de salud o de la vida que nos desmoronan, pero hay que poner un granito de arena, porque todo se puede”, cerró.
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