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Francisco Muñoz Almendras, columnista.

Al alero de los acontecimientos que han ocurrido hace poco, y bajo la creciente preocupación por la salud mental; hemos podido ver que existe un fenómeno en Chile que pasa desapercibido, que ocurre en silencio y que pocos pueden notar. Se trata de la depresión, una enfermedad que a diferencia de la mayoría no muestra signos y síntomas visibles.

De hecho, la nueva versión del estudio de la Asociación Chilena de seguridad y la Universidad Católica, publicada en abril de este año, se hizo en el marco de alzas en los contagios y con la mayor parte de la población del país confinada. El resultado fue contundente: el 32,8% de las personas presentaron síntomas asociados a problemas de salud mental, 6 puntos más que la medición de noviembre del 2020. Además, en la escala especifica sobre temas relacionados a la depresión, un 47,7% de las personas presentó sospecha de esta patología en algún grado.

¿Por qué el segmento más afectado por estas enfermedades son los trabajadores y los estudiantes universitarios? No hay que ser muy docto para poder entenderlo. La presión que sufren cada día a causa de sus trabajos y estudios es enorme.

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Hoy hemos visto como a causa de esta pandemia, muchos llevan incluso hasta 2 años sin pisar un recinto para poder poner en práctica sus habilidades. Teniendo en cuenta además que, en este periodo, por más estudio que haya, las habilidades prácticas se olvidan y sólo este proceso es capaz de devolver ese tipo de habilidades. Al igual que los trabajadores acostumbrados ya al teletrabajo.

Es importante tener en cuenta que muchos están con cuadros de ansiedad, de angustia y que incluso se traducen en crisis de pánico que, sumado a un ambiente tóxico, terminan por hacer, lo que debería ser un proceso que termine por potenciar y hacer vida una vocación, sea una verdadera tortura psicológica.

También es importante mencionar que incluso los ya profesionales sufren de abuso psicológico por parte de sus propios colegas. Casos abundan de sobra en este último tiempo, con casos mediáticos de profesionales que han terminado trágicamente con sus vidas. Y esto, conste, con absoluta impunidad.

¿Qué clase de ser humano hace lo posible para que un colega se termine suicidando? ¿Qué clase de ética y ser repugnante se tiene que ser para ello? 

Yo los llamo seres con alma de rinoceronte. El rinoceronte es conocido por ser el bombero de la selva, ya que cuando ocurren incendios es el único animal que corre a apagar el fuego. Pues bien, este tipo de personas son rinocerontes de vocaciones, porque apagan los fuegos internos de los demás con tal de tapar sus inseguridades, falta de talento y capacidades. Personas inseguras de sí mismas que sólo progresan apagando los fuegos internos de los demás y, lamentablemente este tipo de seres pululan como moscas en la mierda. Y nadie hace nada.

Es sabido que existen muchas empresas e instituciones que poco o nada hacen para salvaguardar la salud mental de sus trabajadores y/o de sus estudiantes, algunos, con tal de no perder un cupo para trabajo o prácticas ¿Es entonces que el fin justifica los medios? O sea, me refiero a que ¿Qué importa que el trabajador/estudiante termine en terapia psicológica o psiquiátrica e incluso, que se suicide con tal de no perder ese espacio?

Porque ni las empresas, recintos laborales ni universidades se harán (y hacen) cargo de los traumas y consecuencias que este tipo de experiencias pueden producir. Mucho menos de reponer la vida de un trabajador/a o estudiante a sus seres queridos.

Es importante hacer una profunda revisión de los test psicológicos y psiquiátricos implementados a aquellos que tienen altos cargos gerenciales y/o docentes, pero no sólo eso, sino que hacer un constante tamizaje de la salud mental de éstos para tener a cargo personas bajo su mando.

Hay que hacer un constante testeo sobre las capacidades educativas, sociales, psicológicas, emocionales y por sobre todo éticas a la hora de asignar a profesionales con altos cargos gerenciales, al igual que estudiantes a docentes. 

Porque no sólo hay que cuidar de la salud mental y de la propia vida de los practicantes, sino que, además, para salvaguardar a aquellos que se atienden o confían en las habilidades de estos profesionales. 

La salud mental ha sido vista y tratada en menos durante décadas, con nefastas consecuencias para todos. Y hoy, después de tantos casos de abusos, suicidios e incluso ahora, deportistas olímpicos que dejan de manera heroica sus competiciones para salvaguardar su salud mental, debemos ser capaces de poner como prioridad la atención y el cuidado de la salud mental en toda la ciudadanía. 

Desde esta humilde tribuna, hago un llamado urgente a todos los Diputados, Senadores, Autoridades Gubernamentales, Constituyentes, Cuerpos legales, Sindicatos, Asociaciones y Gremios a que se impulse urgentemente una ley que ampare y dé seguridad a todos aquellos que sufren de abusos psicológicos, físicos y sexuales en establecimientos de trabajo y/o de prácticas. Para poner en resguardo la integridad de éstos y castigando severamente, incluso con quitar el título profesional a todos aquellos aberrantes seres que promueven, callan, omiten y ejercen este tipo de conductas, muchas veces amparados en un supuesto y banal poder que ostentan. 

Es imperativo que en este nuevo Chile que se construye, la integridad emocional y psicológica de los trabajadores/as, estudiantes y deportistas sea resguardada. Que la salud mental sea eje de la atención pública, con más programas sanitarios, recursos y profesionales para llevarlos a cabo.

Para que nunca más una vida sea arruinada de manera injusta, para que nunca más una vida se pierda a causa de nuestra negligencia e inhumanidad. Para que de una buena vez se pueda decir ¡PARA QUE NUNCA MÁS!

Sólo así podremos hacer que finalmente podamos ser una sociedad de hermanos y hermanas que trabajen por el bien común de toda la sociedad. Para hacer de Chile por fin, una mesa para todos.

Francisco Muñoz Almendras
Ciudadano.