Sala de Clases, Liceo Bicentenario de Los Ángeles. © Todos los derechos reservados Diario El Contraste. PROHIBIDO SU USO.

Si hay un proceso que ha sido difícil de llevar es la suspensión de clases presenciales, en jardines, escuelas, colegios y liceos. Obviamente los alumnos no pueden regresar a las aulas para prevenir los contagios del Covid-19, pero ¿están capacitados los padres para realizar la labor educativa en reemplazo de los docentes? Pueden intentarlo, pero jamás reemplazarán a un profesor universitario que pasó 5 años preparándose para ello.

Este 2020, pre pandemia, el Ministerio de Educación fijó el inicio de clases para el 4 de marzo en todos los establecimientos públicos del país. Algunos particulares comenzaron el 9 y otros el 11.

Pero el domingo 15 de marzo, se anunció la suspensión de clases y los niños y jóvenes regresaron a las salas, de esta manera, se cumplen 70 días en que no acuden a sus establecimientos.

Tareas, guías y trabajos a escalas nunca antes vistas se han tomado los hogares. Los padres, sin ninguna instrucción o capacitación para acompañar el proceso educativo, deben sortear las dificultades de intentar educar, enseñar y apoyar. Algunos lo logran, pero la gran mayoría está colapsado. Nadie los preparó para esto y ya no dan más.

El trabajo o teletrabajo para otros, sumado a la responsabilidad de conectar y buscar que sus hijos estén atentos a este nuevo formato de educación es de alto estrés. Y nadie puede asegurar que haya buenos resultados.

Hasta ahora, no hay fecha para regresar a las clases. En los colegios subvencionados o particulares, los padres además de todo deben seguir pagando, en muchos casos altas sumas de dinero sólo por mantener el cupo, porque realmente la educación como corresponde no se está entregando.

En los establecimientos públicos en tanto, los niños que tenían asegurada su alimentación balanceada y nutritiva, no la están recibiendo y además, muchos de sus padres están quedando sin trabajo y por lo tanto, sin comida que llevar a la mesa. Doble costo.

En el proceso de educación, a modo de ejemplo, en primero básico, los niños deben aprender a leer y escribir y en estas circunstancias se hace muy complejo. ¿Cuántos no lo lograrán? y ¿qué pasará en esos casos?

Por otro lado, ¿qué pasa con los profesores mayores que no manejan ciento por ciento la tecnología? por ahora nada. En su mayoría están quedando de lado.

Frente a esto surge la pregunta: ¿Están dispuestos todos a perder el año escolar? o en su caso la otra pregunta ¿están dispuesto todos a pasar a sus hijos de curso, aunque el nivel de educación haya sido totalmente deficiente?

Es hora que el Ministerio de Educación, los colegios y liceos comiencen a pensar en respuestas concretas, porque estamos al borde de un fracaso educativo de proporciones.

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