El Contraste | Bristelia

El aroma a masa recién horneada y el bullicio de los asistentes marcaron el ambiente del primer concurso de la “Mejor empanada de la ciudad” en Los Ángeles. Una instancia que buscó reconocer a quienes mantienen viva la tradición de uno de los sabores más queridos de la cocina chilena.

Panaderías, pastelerías y emprendimientos locales llegaron con sus mejores recetas, decididos a conquistar al exigente jurado que evaluó cada preparación. En donde se consideró su masa, relleno, sazón, presentación y ese toque de originalidad capaz de convertir una empanada en un pequeño tesoro gastronómico.

Entre decenas de propuestas, la competencia estuvo reñida, pero finalmente hubo tres que destacaron sobre el resto en Los Ángeles. El tercer lugar lo obtuvo Café Francés, con una receta clásica, de sabor equilibrado y personalidad propia. El segundo puesto quedó en manos de Panadería y Pastelería Dulces Mitos, que sorprendió al jurado con su creatividad y el uso de ingredientes poco convencionales.

Sin embargo, la gran ganadora de la jornada fue Pastelería Bristelia, que presentó una empanada de masa crujiente y suave, relleno jugoso y un sabor casero que evocó recuerdos en cada bocado. Un producto que, según el jurado, lograba el equilibrio perfecto entre tradición y novedad.

Una historia en Los Ángeles y la empanada

Detrás de ese logro hay una historia profundamente familiar. Bristelia nació hace varios años como un pequeño emprendimiento enfocado en pastelería y coctelería, sin planes de incursionar en las empanadas. Natalia Castillo, fundadora del local, recuerda que apenas las preparaban para las Fiestas Patrias, como una edición limitada.

“Solo las hacíamos para el 18 de septiembre, pero este año mi hijo Marcelo decidió crear una nueva receta junto a una compañera. Trabajaron el pino, la masa, recopilaron ideas, mejoraron todo y la presentaron al concurso. Él se hizo cargo de todo… y ganamos”, relató emocionada.

El camino no fue sencillo. Primero tuvieron que superar un filtro en redes sociales, donde solo las pastelerías y panaderías con más apoyo del público podían avanzar a la etapa final. Ahí, entre las diez seleccionadas, Marcelo presentó su creación ante el jurado y logró conquistar sus paladares.

Desde entonces, el pequeño local ubicado en Primer Agua 158, en el sector Retiro Sur, no ha parado de recibir pedidos. “Antes, en un buen día vendíamos 100 o 120 empanadas, y ahora entre 200 y 400 diarias. Gracias a Dios hemos podido responder a la demanda y tenemos pedidos agendados hasta el 20 de septiembre”, contó Natalia, quien además destacó que la empanada ganadora cuesta $2.900 y viene con tanto relleno que “con una basta”.

El arquitecto tras la obra

Marcelo Mardones Castillo, hoy con 23 años, creció literalmente entre harinas, moldes y hornos. “Desde niño he estado en este mundo, porque mi mamá emprendió en 2010 cuando yo tenía 9 años. No fue que un día dijera ‘voy a intentar esto’, siempre lo he vivido”, explicó.
Haber visto su receta coronarse como la mejor de Los Ángeles, agregó, es más que un logro personal: “Es un honor. Es una señal para todos los emprendedores: no hay que ser gigante para hacer un buen producto. La calidad siempre se nota”.

El reconocimiento también ha reforzado el vínculo entre madre e hijo, quienes ahora trabajan codo a codo para abastecer la creciente demanda. “Tuvimos que pedir ayuda a más personas, porque esto creció muchísimo. Pero estamos felices, nuestros vecinos están orgullosos y eso nos da fuerza para seguir”, señaló Natalia.

Aunque por ahora no piensan moverse del lugar que los ha visto crecer, no descartan ampliar el negocio en el futuro, cuando Marcelo termine su carrera de gastronomía a fin de año. “Pasito a pasito iremos avanzando. No hay grandes recursos detrás, así que tendremos que generarlos para poder salir adelante”, agregó.

Mientras tanto, en Bristelia siguen saliendo bandejas humeantes del horno y la fila de clientes no da tregua. Lo que comenzó como una idea improvisada para una competencia terminó convirtiéndose en un fenómeno local. Y es que, como demostró esta familia angelina, cuando hay pasión, esfuerzo y una pizca de creatividad, incluso una empanada puede conquistar el corazón —y el paladar— de toda una ciudad.

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