Contexto | Los Ángeles

La historia a veces es muy curiosa, con hechos que han ocurrido, como en Los Ángeles, pocos conocidos, o aquellos que han sido olvidados, y que claramente merece la pena que sean nuevamente contados.

Corría el año 1925, cuando comenzó una aglomeración en la salida norte de la ciudad, donde hoy está la Tenencia Centenario. Ahí, esa mañana de marzo todos estaban atentos a un Chevrolet modelo 490, conducido por José Seguel, cuyo copiloto era Carlos Gutiérrez, dueño del vehículo, y otro acompañante que pertenecía a una tienda de repuestos. Y al otro lado, un jinete con su caballo, cuyos nombres no se dieron a conocer en aquella época.

La razón de esto era realizar una carrera entre Los Ángeles y los Saltos del Laja, cuyo tramo era de 30 kilómetros. ¿La finalidad de esto? Hacer una carrera que pudiera evidenciar qué medio de transporte era más rápido, hecho que fue registrado por el diario El Siglo.

Según cuenta el periodista e historiador local, Juvenal Rivera, esto fue un desafío único en su tipo, teniendo en consideración que para esos años los vehículos eran muy nuevos, ya que recién se estaba conociendo este tipo de transporte y que unos años antes, en Valparaíso, se había visto gracias a Francisco Rojas el primer automóvil.

Volviendo a la historia de la carrera, la ruta tenía varias complicaciones, considerando que la noche anterior había llovido, lo que hizo que los caminos, muchos de estos no pavimentados, se volvieran una zona de difícil uso. Más aún, con rutas que eran fáciles de tomar equivocadamente y perderse.

Ruta y resultado en Los Ángeles

Incluso, para poder recorrer la ruta entre la capital provincial del Biobío y los Saltos del Laja, se debían cruzar varios ríos y esteros, debido a que no había puentes. Se tenía que buscar las áreas menos profundas para evitar algún tipo de accidente con la corriente.

A las 08:00 horas, el jinete con su caballo tuvo la orden de salida con una leve ventaja, pero lamentablemente, según cuenta El Siglo, erró en la ruta. El caballo debió mantener una velocidad no alta, con la finalidad de poder recorrer dicha distancia hasta los Saltos del Laja.

Por otro lado, una vez que el automóvil comenzó la carrera, tuvo una gran problemática: a pesar de su ventaja de velocidad, debió enfrentarse a los ríos, debiendo hacer flanqueos o buscar algunos puntos para poder cruzarlos, incluso usar caminos muy difíciles.

Finalmente, el ganador fue claramente el vehículo, realizando los 30 kilómetros en solo 49 minutos. Y una hora después, según detalla Juvenal, llegó el jinete con su caballo, claramente molesto por el resultado, pero demostrando ya en la época que venía un cambio considerable, más aún con lo que se vendría después.

Finalmente, para celebrar tanto a ganadores como perdedores, se realizó en Los Ángeles un banquete con asado, huevos y abundante chacolí. Cerrando con esto una anécdota que debe prevalecer en la historia de nuestra ciudad y, más aún, un brusco cambio de lo que vino después.

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