Los Ángeles | El Contraste

El legado que dejó el grupo de monjas que se instaló en las cercanías de una plaza en la comuna de Los Ángeles, y que durante décadas entregó todo por ayudar a la comunidad, hoy es recordado con el corazón y mucho cariño.

Corría el año 2022 cuando, con profunda tristeza, la comunidad angelina recibió una noticia que marcó el cierre de una época. Las queridas “monjitas de la Plaza Pinto” se despedían de la ciudad, luego de 44 años de servicio ininterrumpido. Las religiosas de la Congregación Siervas de Jesús de la Caridad, quienes llegaron a la capital provincial del Biobío en 1978, pusieron fin a una labor silenciosa pero fundamental, marcada por el amor al prójimo y la entrega a los más necesitados.

Bajo la inspiración de Santa María Josefa de España, la madre María Eugenia Cervantes, junto a las hermanas Felicidad Varona y Teresa Aguirre, fueron las pioneras de esta obra. La cual tuvo como pilar central la atención en salud a quienes no podían acceder fácilmente al sistema formal. Con esfuerzo y vocación, levantaron el conocido policlínico ubicado a un costado de la Plaza Pinto, por calle San Martín, transformándose con los años en un verdadero refugio de consuelo físico y espiritual.

La hermana Maritza Vilchez, una de las últimas en mantener viva la misión en la ciudad, explicó en ese entonces que la decisión de cerrar la casa fue dolorosa, pero necesaria. Esto, debido a la crisis de vocaciones que enfrenta la congregación. “Nuestros superiores lo han creído conveniente. Cerrar esta casa por motivos que se han presentado con la crisis o falta de vocaciones. Debemos reforzar otras comunidades en Chile, Argentina y Paraguay”, declaró, en ese entonces visiblemente afectada.

El apoyo de las monjas a la comunidad

Durante sus décadas en Los Ángeles, las hermanas no solo estuvieron presentes en el centro, sino también en diversos sectores vulnerables. como la población O’Higgins, 11 de Septiembre, Paillihue y San Carlos. Allí llevaron su atención médica y espiritual en tiempos en que la red pública de salud era aún incipiente, y su aporte se volvió esencial para cientos de familias.

El legado que dejaron las Siervas de Jesús de la Caridad no se mide solo en curaciones ni en años, sino en la huella que grabaron en el corazón de la comunidad. Muchas personas que fueron atendidas en su infancia regresaron años después con sus hijos y nietos, perpetuando una cadena de gratitud y cariño que sigue viva en la memoria colectiva.

Pese al cierre, las hermanas nunca perdieron la esperanza de volver. “Nos da mucha pena por esa gente que lo necesita, y para nosotras es muy triste porque todo el esfuerzo de nuestras hermanas, que impulsaron esta obra, se termina aquí. Pero no perdemos la esperanza de regresar”, expresó entonces la hermana Maritza.

Hoy, a dos años de su partida, Los Ángeles sigue recordando con afecto a las “monjitas de la Plaza Pinto”, símbolo de fe, servicio y humanidad. Su legado permanece no solo en la historia de la ciudad, sino en cada persona que alguna vez encontró en su labor una mano amiga en el momento más difícil.

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