El 30 de mayo de 2019, la ciudad de Los Ángeles fue sacudida por un fenómeno meteorológico tan inesperado como devastador: un tornado de gran intensidad. El cual irrumpió en pleno casco urbano norte, dejando a su paso techumbres arrancadas, árboles derribados, vehículos volcados y al menos trece personas heridas. Aquella tarde marcó un antes y un después en la percepción del riesgo climático en Chile.
Durante décadas, los tornados eran vistos como escenas propias del cine o noticias lejanas desde el corazón de Estados Unidos. Pero ese día, las imágenes captadas por celulares y difundidas en redes sociales mostraban con crudeza que esta amenaza ya no era exclusiva de otras latitudes. Los Ángeles fue el epicentro de una serie de eventos extremos que, en menos de 24 horas, incluyeron otros seis tornados en regiones como Maule, Ñuble, Biobío y La Araucanía, dejando un saldo de un fallecido, decenas de heridos y cientos de viviendas destruidas.
Horas después del tornado, el entonces presidente Sebastián Piñera indicó una pronta instalación de una red de radares meteorológicos para anticipar estos eventos. Sin embargo, el paso del tiempo ha evidenciado una preocupante lentitud en la implementación de estas herramientas. Al día de hoy, los radares aún no han sido instalados, y Chile sigue careciendo de un sistema robusto de monitoreo en tiempo real para tornados y trombas marinas.
«La falta de infraestructura nos mantiene en una posición reactiva. Solo después de que ocurren los fenómenos podemos analizarlos», afirma Carolina Sepúlveda, meteoróloga del Centro de Investigación en Clima Extremo (CICE). «No se trata solo de ver venir la tormenta, sino de entenderla, modelarla y prevenir impactos».
Un cambio en la percepción ciudadana de Los Ángeles y el resto del país
Si bien la infraestructura avanza a paso lento, lo que sí ha cambiado es la percepción pública. Los ciudadanos —y especialmente quienes viven en las zonas más afectadas por los tornados de 2019— hoy se muestran mucho más atentos a las alertas meteorológicas y conscientes de la amenaza. Especialmente cuando el clima da señales de que algo fuerte se viene.
«Hace unos años, hablar de tornados parecía una exageración. Hoy, cada vez que el cielo se cubre de nubes negras y hay viento fuerte, la gente pregunta si podría pasar de nuevo», relata Juan Ignacio Riquelme, vecino del sector Villa Francia, uno de los más golpeados por el tornado.
En el ámbito escolar y vecinal, han surgido iniciativas de educación climática. Además de algunos municipios han comenzado a incluir protocolos de emergencia para tormentas severas dentro de sus planes de protección civil.
Una amenaza que llegó para quedarse
Científicos coinciden en que el cambio climático está alterando patrones meteorológicos globales, favoreciendo la aparición de fenómenos extremos incluso en zonas donde antes eran impensables. Chile, con su larga costa y variados microclimas, no está exento. “Lo que ocurrió en 2019 no fue una casualidad aislada. Vimos condiciones atmosféricas que permitieron la formación de tornados, y es probable que eso se repita”, advierte el climatólogo Raúl Morales, de la Universidad de Concepción.
El llamado, tanto desde la ciencia como desde la ciudadanía, es claro: Chile debe adaptarse, y rápido. Con el recuerdo aún fresco del tornado en Los Ángeles y sus réplicas en otras regiones. El país enfrenta el desafío urgente de modernizar su sistema de detección, invertir en educación preventiva y entender que los tornados ya no son una rareza lejana, sino una realidad que exige preparación.
Teniendo en consideración que hace algunos días atrás nuevamente la fuerza de la naturaleza mostró el poder que posee. Al destruir decenas centenares de viviendas y locales en Puerto Varas. Y días antes, un nuevo tornado fue visto en Los Ángeles, el cual dio inicio formalmente a la temporada de estos fenómenos para este 2025.
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