Entrada a Santa Fe - Los Ángeles

A solo unos kilómetros de la capital provincial del Biobío, se encuentra Santa Fe, un sector rural que poco a poco ha ido creciendo hasta convertirse en una gran urbe con miles de familias y puntos de importancia en la zona. Sin embargo, en su historia alberga algo que pocos conocen.

Pocos en la localidad de Santa Fe, al norte de Los Ángeles, saben que en ese tranquilo sector —hoy cruzado por casas, calles, un Reten de Carabineros y otras edificaciones — existió hace más de cuatro siglos una de las fortificaciones más importantes de la frontera sur del Reino de Chile: el Fuerte Santa Fe. Hoy, no queda rastro alguno de él, ni ruinas, ni cimientos, ni placas que lo recuerden.  

Fue en febrero de 1602, en plena Guerra de Arauco, cuando el gobernador don Alonso de Ribera, enfrentando una situación desesperada en el sur del país, decidió levantar una serie de fuertes para contener los constantes ataques mapuches. Uno de ellos fue el Fuerte de Santa Cruz de Ribera, que más tarde se llamaría Santa Fe, ubicado estratégicamente en la margen derecha del río Biobío, frente a la confluencia con el río Vergara, dentro de la entonces conocida Isla de La Laja

La guarnición del fuerte, comandada por el experimentado capitán Alonso González de Nájera, llegó a albergar hasta 160 soldados, una cifra considerable para la época, dada su importancia estratégica en la línea defensiva del Biobío. El cual incluso tenía diferentes dependencias y lugares de uso militar. 

El Asedio de 1602: Una batalla olvidada en Santa Fe 

El momento más dramático de su historia ocurrió el 28 de octubre de 1602, cuando las fuerzas mapuches, lideradas por los caciques Pelantaru y Nabalburí, lanzaron un ataque masivo. Antes de la ofensiva, intentaron infiltrarse mediante un indígena que fingió rendición y buscaba provocar un incendio desde dentro del fuerte. El plan fue frustrado por González de Nájera, lo que permitió preparar la defensa, según cuenta la historiadora de la Academia de Historia Militar

Durante horas, los defensores resistieron un ataque feroz. Aunque acosados por el hambre, las lluvias torrenciales y la deserción, lograron repeler el asalto y mantener la posición. Sin embargo, la victoria no mejoró su situación. El fuerte quedó dañado, aislado y desabastecido lo que trajo consigo varios problemas. 

Misión, Iglesia y Silencio 

Décadas después, en 1643, se construyó una iglesia en el lugar para la evangelización indígena, bajo el auspicio del gobernador Francisco López de Zúñiga. En coordinación con los Jesuitas, quienes llegaron a Chile en 1605. Santa Fe fue sede de una casa de misiones y residencia del padre Pedro Pesch, Superior de Misiones. 

Pero en 1767, con la expulsión de los Jesuitas de América por orden del rey Carlos III, la misión fue cerrada y Santa Fe quedó en el abandono. El fuerte perdió su rol estratégico, y con el tiempo, su estructura desapareció por completo, tragada por el paso del tiempo, la destrucción propia y la indiferencia. 

Actualmente, no queda ningún vestigio del Fuerte Santa Fe. Las calles que hoy recorren el sector no muestran ruinas ni memoriales. No hay señalética patrimonial, ni museo, ni referencia visible de que allí se libraron combates sangrientos por el control del Biobío. Solo algunos investigadores, como José «Pepe» Riquelme desde su página Reportero Patrimonial Los Ángeles, han documentado esta historia casi olvidada. 

Santa Fe fue una muralla contra la guerra, una iglesia para la cruz, un hogar para misioneros y soldados en el Biobío antiguo. Hoy es solo un nombre en el mapa, sin ruinas que lo expliquen ni placas que lo lloren, quedando en solo un pedazo de la historia de Chile que se deshizo en el viento. 

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