La comuna de Los Ángeles posee en su historia diferentes hechos y situaciones que marcaron la construcción de lo que hoy conocemos, entre estos, distinguidos personajes y actores que también fueron parte de esto.
En la memoria colectiva de la capital provincial del Biobío, el nombre de Ramón Parra Román resuena con la fuerza de una sinfonía bien ejecutada. Pianista, compositor y educador, su legado va más allá de las partituras y los escenarios: fue el alma musical de una generación y el espíritu pedagógico que formó a decenas de músicos y amantes del arte en la región.
Nacido en Chillán el 5 de febrero de 1907, Parra Román encontró su verdadero hogar artístico y profesional en Los Ángeles, donde desarrolló la mayor parte de su carrera. Proveniente de una familia con fuertes lazos con el arte. Su vocación musical despertó desde niño tras escuchar una interpretación de piano que marcó su vida para siempre. Así comenzó su formación musical, que lo llevó a convertirse en discípulo del renombrado pianista alemán Otto Schaffer. Bajo cuya tutela afiló su talento interpretativo y su sensibilidad artística.
Según cuenta José “Pepe” Riquelme, en su fanpage “Reportero Patrimonial Los Ángeles«, Ramón Parra destacó por su profunda conexión con los grandes compositores clásicos. Tales como Chopin, Schumann, Mozart y Beethoven, de quien estudió su obra completa con dedicación casi devocional. Su virtuosismo como intérprete de piano se consolidó en la década de 1930, ganando renombre nacional por su expresividad y técnica.
Su paso por Los Ángeles
En 1958, su talento fue reconocido por el gobierno a través de la Empresa de Ferrocarriles del Estado, que le asignó un vagón especialmente acondicionado para recorrer el país y ofrecer conciertos en cada ciudad. Estas veladas, en las que interpretaba piezas clásicas de renombre, llevaron la música docta a rincones remotos de Chile. Democratizando el acceso a la cultura de manera inédita. Años más tarde, repetiría esta innovadora forma de difusión artística.
Sin embargo, Parra Román eligió un camino poco común: rechazó el brillo del espectáculo para refugiarse en la intimidad del aula. Convencido de que la música se preserva mejor en el silencio respetuoso de una clase que en la fugacidad del concierto. Dedicó su vida a la educación musical, ejerciendo como docente en diversos liceos y colegios de Los Ángeles. En el Liceo de Hombres, dejó una huella indeleble entre sus alumnos, que aún lo recuerdan por su estilo particular. Siempre vestido con abrigo largo y sombrero, portando un curioso teclado de madera que simulaba las teclas de un piano, con el que enseñaba y dramatizaba con pasión cada lección.
Fue también compositor de himnos locales: el de la ciudad de Los Ángeles, del Regimiento local, de la Escuela República de Alemania F-900 (letra y música) y de la comuna de Antuco. Su contribución a la identidad cultural local fue reconocida oficialmente el 25 de agosto de 1968, cuando fue distinguido por la Municipalidad de Los Ángeles. Lo anterior, por su “destacada, valiosa y brillante labor cultural, educativa y social”.
El impulso destacable
Uno de sus alumnos más destacados fue Eduardo Aravena Fraile, quien siguió sus pasos como pianista y compositor. Parra Román es recordado como uno de los últimos exponentes de un estilo profundamente personal, poético y subjetivo. Que puso el alma por delante de la fama.
Ramón Parra Román falleció el 8 de septiembre de 1970, dejando tras de sí una obra imborrable. No solo en las partituras que compuso o interpretó, sino en las mentes y corazones de aquellos a quienes enseñó que la música es, antes que nada, una forma de vida.
Revisa más noticias nacionales y la contingencia de Los Ángeles, Región del Biobío, en El Contraste. Síguenos también a través de Facebook para mantenerte al tanto de lo que está pasando.