A comienzos del siglo XX, en el año 1900, se inició la construcción de uno de los edificios más emblemáticos de Los Ángeles: el Molino Los Ángeles, conocido también como Molino Vildósola.

Este hito arquitectónico e industrial marcó una época dorada para la ciudad, no solo por su imponente estructura de madera de cinco pisos con base de ladrillos y una amplia bodega de adobe con capacidad para 40 toneladas de trigo, sino también por la figura visionaria detrás de su creación, don Ismael Vildósola González.

La visión de un pionero

Nacido en Chillán el 11 de junio de 1854, Ismael Vildósola llegó a Los Ángeles en 1900, tras una destacada trayectoria como comerciante y pianista en su ciudad natal. Al instalarse en la urbe, transformó un terreno baldío en calle Villagrán en un complejo urbano que incluía el molino, una bodega y su majestuosa residencia.

Esta última, con un gran salón de siete metros de altura y decoraciones propias de la élite de la época, fue testigo de numerosas galas y reuniones sociales.

Con una capacidad de molienda que superaba las 20.000 fanegas de trigo al año, equivalente a 200 quintales diarios, el Molino Los Ángeles se posicionó como líder en la producción de harina panificable de alta calidad. Para operar su maquinaria, Vildósola obtuvo autorización municipal para desviar un brazo del estero Quilque, lo que originó el apodo del sector como “La Isla”.

Un legado que trasciende

Además de su impacto en la industria molinera, Ismael Vildósola destacó como empresario agrícola, político y líder comunitario. Propietario de extensos fundos en San Carlos de Purén y Quilleco, fue también alcalde de Los Ángeles en 1915 y miembro fundador del Rotary Club local.

A su fallecimiento en 1944, su hijo, Ismael Vicente Vildósola Brito, continuó su obra, enfrentando desafíos como el terremoto de 1960, que dejó graves daños estructurales al molino.

Tras su restauración, el molino retomó su producción con una capacidad ampliada y estrategias comerciales innovadoras. Sin embargo, con la muerte de Ismael Vicente a inicios de la década de 1980, el molino cerró sus puertas, marcando el fin de una era.

La propiedad cambió de manos en varias ocasiones, albergando una barraca de madera y, actualmente, instalaciones de una empresa de alimentos. Aunque su estructura original ya no existe, el legado del Molino Los Ángeles permanece en la memoria de la comunidad como símbolo de progreso y resiliencia.

La historia de don Ismael Vildósola González trasciende los años, recordándonos la importancia de los visionarios que construyen la historia de nuestras ciudades.

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