El paso de los años y los avances en Los Ángeles han obligado a cambiar mucho su geografía, incluyendo el traslado de su primer Cementerio General a donde se encuentra actualmente.
Para conocer sus inicios, debemos retroceder muchos años, específicamente a la época colonial. En ese tiempo, nuestra ciudad tenía algunas manzanas construidas y, claro, los edificios gubernamentales que debían dirigir la zona.
Sin embargo, no se contaba con un lugar donde las familias pudieran enterrar a sus seres amados, ya que solo la alta sociedad tenía ese privilegio, especialmente en las iglesias que tenían criptas en su interior. Ante esto, muchos optaban por usar cualquier lugar, que lamentablemente con el tiempo eran olvidados o destruidos por diferentes situaciones.
Aunque esta forma de sepultura tenía sus contras, especialmente a nivel sanitario, esta situación motivó a intentar remediarlo. Pero había algunas diferencias entre los reyes de la época en si, la Iglesia Católica.
Fue así que, cuando Bernardo O’Higgins asumió como director supremo del país, en la capital nacional instruyó que fuera del área urbana se construyera el Cementerio General de Santiago, lo que fue un gran paso para otros cementerios en otras zonas del país.
En la historia en Los Ángeles
Ya a mediados del siglo XIX, específicamente en 1857, las autoridades de Los Ángeles tomaron cartas en el asunto y habilitaron un cementerio. En esa época, la ciudad sobrepasaba levemente los 3 mil habitantes, pero crecía rápidamente.
Fue así que el Cementerio General se instaló en un espacio de casi 100 metros cuadrados, y que tenía un cierre perimetral de ladrillos y adobe, las principales materias primas de construcción.
Este fue levantado en donde hoy en día se encuentra la Población Luis Dávila, para ejemplificarlo bien, en los sectores que corresponden a la avenida Ricardo Vicuña con las calles Camilo Henríquez, Manuel Baquedano y José Miguel Infante.
Los cambios y su traslado
Con el pasar del tiempo, en 1872, un decreto se publicó para que en el lugar se sepultara en una cuarta parte a quienes no eran católicos. Esto, debido a la llegada de colonos que profesaban otras religiones, especialmente alemanes y suizos.
Aunque sí, existía una zanja de un metro de profundidad, que era usada como divisorio entre los católicos y los no, ya que no había la idea de mantener a todos “revueltos” en las diferentes zonas.
Este cementerio funcionó hasta el año 1888, en plena Guerra del Pacífico, ya que el alcalde de esa época, Ricardo Vicuña, ordenó su clausura por diferentes factores.
Tras esa decisión, se instruyó el traslado y construcción de un Cementerio General en la ruta que actualmente une la capital provincial de Biobío con el sector de San Antonio, el cual sufrió constantes cambios, principalmente en la forma estructural que tenía.
Cabe señalar que existe muy poca información sobre qué sucedió con los restos que se encontraban en el primer Cementerio de Los Ángeles. Pero sí se sabe, que cuando se construyó la Población Luis Dávila, hubo muchos hallazgos de osamentas y vasijas; muchos de estos no se reportó.
Claramente, esto muestra que la ciudad tiene muchos rincones e historias por conocer, y que no debemos olvidar ya que son parte de nuestra identidad y patrimonio local.
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