La identidad y el patrimonio con el tiempo son olvidados, o en algunas ocasiones, algunas personas tratan de mantenerlos. Personas icónicas, como lo fue el yerbatero, con su particular grito, recorrían las calles ofreciendo sus productos en Los Ángeles.
A principios de la década de los años 90, la capital provincial de Biobío era muy diferente a como la conocemos actualmente; no había las grandes edificaciones o empresas, ni menos las inmensas urbes poblacionales.
Pero sí había personajes icónicos, únicos por así decirlo, tal como es el caso de Romilio Antonio Valdebenito Ortega, más conocido como el yerbatero, quien alegraba con sus cantos cada rincón que visitaba en Los Ángeles.
Nacido el 2 de julio de 1933, en la localidad de Santa Fe, fue el mayor de una familia de 13 hermanos. Desde joven, logró diferenciar los tipos de plantas que recolectaban y claramente las propiedades medicinales que estas tenían en sí.
Su pequeño emprendimiento
Fue de esta manera que logró crear un pequeño empleo con estos productos naturales: manzanilla, menta, toronjil, entre varios otros. Con esto, hacía sus bolsitas o pequeños ramos y salía a recorrer las calles, claro, de Los Ángeles, ya que había mayor densidad poblacional.
Una vez que llegaba al radio urbano, su característico grito “Va a querer las buenas hierbas… las buenas hierbas”, hacía saber que el yerbatero ya había llegado, con su curioso sombrero para poder protegerse del sol en la época de verano.
Las personas que aún lo recuerdan, dicen que era humilde y respetuoso, siempre con una sonrisa y alguna frase que alegraba a todos mientras sostenía su canasto de mimbre. “Va a querer las buenas hierbas, las buenas hierbas, le llevo la zarzaparrilla, el pichi y el culén”, “le llevo la hierba del barraco, la del pichi para los chiquillos meones”, también eran frases icónicas de él.
La tragedia a causa de las lluvias
Pero la tragedia llegó una lluviosa noche del 6 de junio de 1992, cuando Romilio fue atropellado en la ruta Q-180 por un camión que no lo pudo ver, falleciendo en el lugar, y cuya noticia se conoció muy rápido en Los Ángeles.
Una vez que se supo este trágico hecho, sus amigos y cercanos, además de quienes le tomaron algo de cariño, especialmente en la población Domingo Contreras Gómez, hicieron una campaña para poder comprarle una urna y darle su último adiós.
Hoy lo recordamos como uno de aquellos personajes que han quedado en el olvido para las nuevas generaciones. Personas que, de forma indirecta, pasaron a ser parte de la historia de Los Ángeles y con esto, algo que debemos seguir compartiendo.
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