La Panadería y Pastelería Ñancupil y Sanhueza tiene 21 años de historia.

Emprendimiento, amor, sacrificio y un poco de suerte, son la receta perfecta para describir a la Panadería y Pastelería Ñancupil & Sanhueza.

Su historia tiene origen en la localidad de Huépil de la comuna de Tucapel hace 21 años. Ahí el matrimonio compuesto por Raúl Ñancupil y Jasna Sanhueza comenzaron con un pequeño Minimarket. Cuatro años más tarde, se iniciaron en una panadería sin siquiera saber preparar pan y hoy, su sabor y excelencia en calidad les ha permitido expandirse hasta Los Ángeles, donde inauguraron un local en el strip center del supermercado Tottus de Avenida Alemania.

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El contraste conversó con Felipe, el hijo del matrimonio quien contó los detalles de esta historia de emprendimiento que estuvo a punto de irse a quiebra, pero que lograron salvar como familia gracias a sus estudios en la Universidad. Es algo así como un circulo virtuoso, donde el esfuerzo de Raúl y Yasna, pudieron costear los estudios de Felipe y luego él, con sus conocimientos, logró volver a levantar el negocio.

¿Cómo surgió este negocio?

Esto partió hace mucho tiempo en Huépil. Yo era un niño. Primero partió como un Minimarket. En esa época mi papá trabajaba como técnico eléctrico en la barraca donde trabajan casi todos los hombres de la comuna. Y en un momento construyó él mismo el local en el terreno de la casa. Yo tenía 5 o 6 años y empezaron con el negocio. Primero mi mamá, pero después, mi papá se salió de la empresa y se dedicaron full al minimarket.

Mi mamá era dueña de casa y nos cuidaba. Cuando al negocio le fue bien mi papá se retiró de la empresa y después vino la pandería.

Y, ¿alguno de ellos tenía nociones sobre la panadería?

La verdad nada. Al principio no les quedaba rico el pan amasado, de hecho les quedaba duro. Tenia unas tías que el pan les quedaba súper bueno, pero a mi mamá no.

Con 21 años de historia, pasaron de no saber preparar pan a una de las mejores recetas de pan y pasteles de la provincia de Biobío.

Pero entonces, ¿cómo empezaron en algo que no sabían hacer?

En ese tiempo, había una panadería en Huepil que era muy rica, y mis papás fueron hablar con la dueña de aquella época. Esa señora falleció hace varios años y fue clave, nos ayudó mucho. De hecho, les vendió las primeras máquinas, les presto algunas y les dijo que se las pagara después.

¿Y no eran competencia?

No precisamente, ya que ella había cerrado la panadería porque era mayor. De hecho tenía un hijo que ellos ayudaron mucho a mis papás.

El primer gran golpe

Felipe relató que fue un trabajo muy duro para todos. Incluso él como hijo, comenzó a colaborar a los 10 años en en negocio. Sus vacaciones familiares las recuerda trabajando con sus padres, mientras sus amigos viajaban. Pero él era consciente que este emprendimiento los sacaba adelante.

Así con las máquinas instaladas, comenzaron a probar las recetas y nuevamente tuvieron un impass: no sabían hacer pan. Tuvieron las máquinas cerca de un año, a prueba y error, sin poder vender. Sin embargo, un día de 2004 lo lograron y empezaron con el negocio hacia arriba.

El pan se hizo conocido rápidamente en Huépil. A la gente le encantaba. El negocio surgió y les permitió vivir tranquilamente. Surgieron contratos para llevar el pan a los colegios y el mercado se expandió a Antuco, Alto Biobío y Santa Bárbara. Las entregas las hacía el padre y el crecimiento los llevó a adquirir furgones, contratar personal. Ese proceso no estuvo exento de momentos de crisis. Incluso en una de ellas, tuvo que vender la moto que acababa de comprar para pasarle el dinero a sus padres.

«Mi familia siempre fue clase media baja. Teníamos un auto, unas cuestiones y él (mi papá) vendió todo para ir enfrentando las crisis», contó.

Pero luego, llegó el momento en que se fue a estudiar Ingeniería Civil Industrial a la Universidad de Chile.

Bueno pero con el pan les iba bien y se metieron después en una pastelería…

Esa es la parte más entretenida de la historia, porque yo me desconecte del negocio cuando me vine a Santiago a estudiar en la U. de Chile. Mis papás quedaron solos. Con el tiempo, se comenzaron a recuperar y pudieron comprarse un vehículo, una Peugeot Partner, para los repartos, ya que antes lo hacen en un Subaru Legacy del año 98.

¿El inicio del fin?

Felipe reconoce en su padre una especial característica de no rendirse y de «tirarse a la piscina», como se dice cuando las personas que se arriesgan.

Pero, con el crecimiento y el querer abarcar tanto, vinieron los problemas que casi los hunden.

¿Qué pasó?

Les estaba yendo bien. Tuvieron que comprar más vehículos, compraron unos chinos. Ahí ellos vieron el flujo de ingreso, y ahí cometieron un gran error. Yo actualmente me dedico a full a apoyar a los negocios en lo tecnológico. Entonces, el típico error que cometen cuando son pymes, es no calcular bien los ingresos y costos.

Entonces, mis papás vieron que había un gran ingreso bueno de capital, por lo cual se encalillaron y compraron unos furgones. Fueron como cinco o seis vehículos, con créditos y comenzaron a repartir. Y se dieron cuenta con el tiempo que su calidad de vida comenzó a disminuir. Tenían menos plata, hacían menos cosas, entonces les pasó lo que yo llamo el efecto crediticio. El falso efecto de que estás ganando plata, pero en realidad estás perdiendo.

Qué es lo que pasa, cuando alguien que no entiende bien sus ingresos y sus costos y pide un crédito en el banco. Como uno tiene un buen flujo, el banco te pasa, 20, 30 o 50 millones y más los créditos de los autos. Pero, te va llegando plata y a la ves vas perdiendo. Ahí mis papás pagaban los sueldos y créditos y se quedaban sin plata para ellos.

nancupil y sanhueza panaderia
Raúl Ñancupil (papá), Jasna Sanhueza (mamá) y Felipe Ñancupil (hijo).

O sea, habían despegado como negocio, estaban vendiendo mucho y ¿así todo se estaban yendo a pique?

Las ventas en si se aplanaron un poquito y con todo lo que pasaba pagaban sueldos y quedaban en cero. La panadería tenía que pagar el sueldo de 5 panaderos, conductores y los créditos. Esto en pleno 2019. Yo ya trabajaba apoyando negocios y había ayudado a varias empresas y no me había querido meter mucho en el negocio de mis papás. Como a veces son porfiados, no sabía si confiaban en mi. Pero los vi tan ahogados en un minuto, que me puse a hacer un análisis.

Me di cuenta, por ejemplo, que por ser comprometidos con sus clientes, iban a repartir el pan a las comunas y llegaban a Alto Biobío. El tremendo viaje, costo de bencina y todo para dejar 5 kilos de pan. Ahí saqué cálculos y me di cuenta que pese a que ganaban harto, gastaban tanto que se quedaban sin sueldo. Ellos nunca deberían haberse expandido más allá de Tucapel.

Repunte y las nuevas crisis que sortearon

Mientras Felipe ordenaba los costos de la empresa, que incluyó reducir el personal y reorganizar la empresa para que esta no cerrara sus puertas, llegó el «Estallido Social». Con ello, los colegios se cerraron y el negocio del pan se vio gravemente afectado.

¿Qué hicieron?

Yo hice el cálculo y le dije a mi mamá, «aquí hay dos opciones, una es cerrar y vender los vehículos, pagar los créditos, pagar el finiquito de la gente y  bueno, quedaremos un poco para atrás, pero si seguimos con esta ronda, vamos a quebrar muy pronto. En dos meses, habrán cheques protestado, porque hay que pagar la materia prima y ya era insostenible. Después de eso me acuerdo que viaje, fue justo antes del estallido, ya que con este, yo viaje y cuando ocurrió estaba en el sur, mi pareja estaba trabajando en Providencia y no pudo llegar a la casa.

Gracias a ello, la familia logró volver a empezar desde cero. En Tucapel. Pese a las complicaciones, redujeron sus costos y tuvieron cierta tranquilidad con el negocio.

La llegada de «Ñancupil & Sanhueza» a Los Ángeles

Bueno, lograron sortear la crisis y así todo llegaron a Los Ángeles, ¿cómo fue?

Después de la conversación que tuvimos, vi que estaban construyendo los locales al frente de la AChS, en el Tottus. Yo hace tiempo les decía a mis papás que podríamos abrir una pastelería. Durante mucho tiempo un vecino le enseñó a mi mamá sobre pastelería y realmente le quedaban muy buenas. Le quedaban geniales.

Antes de lanzarnos, yo me aseguré en ese año de recorrer las mejores pastelerías de Santiago, así como las clásicas, hasta algunas más nuevas, para ver qué tal eran. Probé las otras pastelerías y confirmé que las tortas de mi mamá estaban a ese nivel. Y hasta más rico. Y ahí fue que me entró el bichito, está pasando todo esto. Dije, yo tengo algunos ahorros, con mi pareja podemos pedir un crédito además. Conversé con ella y le dije que para mí ahí dos formas de hacer un negocio bueno.

La primera es descubrir una brecha que nadie haya descubierto, así como Netflix, que salió justo en el momento, o algunas otras empresas, yo vi algunos donde se mostraban características de empresas, ya que es el momento en que llegas al mercado. Es como jugar poker, tiene mucho de suerte. Y la otra forma es encontrar a alguien muy talentosa en ese algo, e invertir en esa persona. Que son los negocios más tradicionales y hacer los negocios de la mejor manera posible.

«Lo hicimos»

O sea, ¿se lanzaron con el proyecto con todo?

Hablamos con mi papás y mi mamá es la más temerosa pero dijo vamos. Ellos tienen las máquinas, tienen la aprobación del Seremi, tienen las cosas y ahora la pastelería. Les dije, «ustedes hacen las cosas y yo armó el local y contrato a la gente y me encargo del marketing digital», que es como lo más difícil y que ellos no saben cómo hacerlo.

Entonces partimos con la cuestión, firmamos el contrato de arriendo el 21 de febrero de 2020. Fue antes de la pandemia pero no sabíamos que iba a pegar tan feo.

Firmamos el contrato y pretendíamos iniciar en marzo y llegó la pandemia. Tenía un dolor de guata. Ya teníamos construido adentro las instalaciones y lo peor que nos pasó era que teníamos que sacar la patente del local en la Municipalidad y la cerraron por la pandemia. Entonces, comencé a llamar a enviar correos y todo. Nadie estaba preparado para la embarrada que quedaría, nadie sabía que sería tan duro. Además las Municipalidades de regiones no tenían nada digital.

A ver, esto fue en marzo, ¿cuándo lograron abrir en Los Ángeles?

El 25 de junio. Mientras, lo que hicimos fue que, como teníamos el permiso de pastelería en Huepil, yo metí plata en redes sociales y comenzamos a agendar pedidos a domicilio muy baratos, casi al costo, para que la gente nos conociera en Los Ángeles. Y fue mucho, por ejemplo para el día de la mamá, vendimos como 500 mil pesos. Así que empezamos a hacer eso, y en junio contratamos gente, y entre familia entraron a trabajar también.

Empezamos a llevar productos al local, las vitrinas estaban llenas. Cuando ya pudimos tener el local, partimos con la venta, y de ahí hasta ahora, no ha parado de crecer. Estamos muy felices.

¿Crees que se han dado a conocer bien a la fecha?

Yo creo que estamos super bien posicionado. Bueno yo vi el sector y les dije a mis papás que ahí es el lugar, ya que tienes gente todos los días, porque hay gente de la ACHS, de la Clínica, del Sodimac y del supermercado. Había estacionamiento y todo.

Pero ahora, la diferencia es que van directo a comprar. Antes pasaban al súper y después miraban la pastelería. Ahora van directo allá a comprar, y las ventas han crecido desde el primer día como en un 500% o más.

¿Cuál crees que es la clave o la «receta», para haber logrado recuperarse y llegar a Los Ángeles con el negocio?

Primero, llevarse bien. La familia es importante, y más importante es la confianza. Entonces hablando así metafóricamente, la confianza, apoyar el talento que hay en la familia. Creo que por el cariño que nos tenemos y lo unidos que somos, nos arriesgamos. Es como decir, yo quiero tanto a mi familia, que si morimos, morimos todos, pero si nos salvamos, nos salvamos todos.

¿Cómo está ahora la situación de tus padres?

Mis papás, por fin tienen una situación positiva financiera, casi que desde el mes pasado. Todavía están pagando la embarrada que tenían antes, pero pueden dormir tranquilos.

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