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En las últimas semanas, el activismo climático se ha convertido en tendencia tras la proliferación de un nuevo tipo de manifestación.

Se trata de ataques e intervenciones en reconocidas obras de arte de museos. La premisa es que se pone mayor atención al cuidado de estas piezas que de la misma humanidad, que atraviesa por graves complicaciones derivadas del cambio climático.

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Por ejemplo, La Gioconda, que está en el Louvre de París, recibió un ‘pastelazo’. En tanto, la obra llamada Los Girasoles de Van Gogh, fue bañada en sopa de tomate.

Ahora, fue el turno de un cuadro de Gustav Klimt que está en el museo Leopold de Viena: dos activistas se grabaron lanzándole petróleo.

Los responsables son del grupo ‘Última Generación’ y al momento del ataque consignaron que «conocemos el problema desde hace 50 años, debemos actuar de una vez, de lo contrario el planeta se destruirá».

«Detengan la destrucción de los combustibles fósiles. Nos dirigimos hacia un infierno climático» advirtieron los activistas.

Hace pocos días, en la misma ciudad pero en el Museo de Historia, otros activistas se pegaron con adhesivos a fósiles de dinosaurios ¿La explicación? «Frente a los restos de los gigantes extinguidos, exigen una política de supervivencia».

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