Captura de pantalla | Tostador de pan

Lo que comenzó como una ingeniosa solución de supervivencia entre los arrieros andinos, se transformó con el tiempo en uno de los utensilios más representativos de la cocina chilena: el tostador de pan chileno. Así lo confirma el historiador y académico de la Universidad de Las Américas (UDLA), José Pedro Hernández, quien destaca el valor cultural y funcional de este artefacto tan presente en los hogares del país. 

Según explica el experto, el origen del tostador se remonta a inicios del siglo XX, cuando los arrieros que recorrían la cordillera necesitaban calentar alimentos en condiciones precarias. Con creatividad y materiales a mano —principalmente latas recicladas— fabricaban dispositivos rudimentarios para tostar pan sobre piedras calientes. Estos eran objetos completamente artesanales, hechos con lo que se encontraba en el entorno montañoso. 

Con el proceso de migración del campo a la ciudad, que se intensificó en la década de 1950. Estos utensilios comenzaron a llegar a los hogares urbanos, llevando consigo una tradición forjada en la ruralidad. La practicidad del tostador —económico, resistente y adaptable a diversos tipos de pan— facilitó su integración en la vida cotidiana de las familias chilenas. 

Fabricado generalmente de hojalata y dotado de un mango plegable, este tostador tiene un diseño plano y amplio. El cual que permite calentar panes de distintos tamaños y formas, como la marraqueta o la hallulla, que no suelen encajar en los tostadores eléctricos convencionales. Este detalle de diseño no es menor, ya que resuelve una necesidad específica del consumidor chileno. 

El tostador de pan para el siglo XX

Durante la segunda mitad del siglo XX, el tostador entró en producción industrial a gran escala. La empresa nacional Virutex Ilko lideró este proceso, creando incluso maquinaria especializada para su fabricación. En 2010, la compañía utilizaba cerca de 20 toneladas de hojalata y 100 kilómetros de alambre galvanizado al mes. Solamente para poder producir cerca de un millón de unidades anualmente. 

El éxito del tostador chileno traspasó fronteras. Hoy se exporta a países de América Latina como México, Colombia, Ecuador y Costa Rica, e incluso llega a España, donde es conocido como “tostador para gas”. En Colombia y Venezuela, se ha adaptado culturalmente bajo el nombre de “tostador de arepas”. Esto últimpo que en Chile no fue muy buen recibido debido a una venta en una tienda comercial.  

Este objeto, aparentemente modesto, ha sido reconocido como un símbolo del diseño utilitario nacional. El arquitecto y estudioso del diseño chileno, Óscar Ríos, lo incluyó en su libro 100 x 100 Diseño en Chile, donde celebra su funcionalidad y valor simbólico. “Es un objeto sin adornos, pura función, que ha alcanzado la estatura de ícono del diseño chileno”. 

Desde su origen artesanal en las alturas andinas hasta su estatus actual como pieza de exportación y emblema cultural. El tostador chileno representa una historia de ingenio, tradición y diseño que sigue vigente en el corazón de las cocinas nacionales. 

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