Una historia que rápidamente fue conociéndose a nivel nacional, comenzó en Mulchén, donde un simple gesto para los más pequeños, produjo que la vida de una emprendedora de sopaipillas, siguiera creciendo.
La vida de Verónica Morales, conocida cariñosamente como la “Tía de las Sopaipillas”, dio un giro inesperado luego de que su generoso gesto de premiar a los alumnos con sopaipillas por sus buenas notas se hiciera viral. Esto, luego de un reportaje realizado por El Contraste y que rápidamente llegó a nivel nacional.
Su carrito, ubicado en la Plaza de Armas de Mulchén, se ha convertido en un punto de encuentro. No solo para quienes buscan este rico platillo, sino también por el mensaje de motivación y cariño que cada día es entregado por ella.
El impacto de la fama
Desde que la historia fue difundida, Verónica ha experimentado una avalancha de visitas. “Empezó a llegar muchísima gente. Cuando salió en El Contraste y luego del reportaje de Canal 13, esto se desbordó”, comenta emocionada. “Ahora llegan y preguntan: ‘¿Es usted la que regala sopaipillas por notas?’. Y yo les digo que sí, que soy yo, la del carrito famoso”.
Entre las anécdotas que más la conmueven está la llegada de estudiantes de otras ciudades. “Han venido incluso de Los Ángeles. Es emocionante saber que la noticia llegó tan lejos. Siento mucha alegría y cariño”, añade.
Además, se han acercado diferentes autoridades a conocerla, incluso de distintas instituciones como Carabineros y el Ejército, quienes, sin duda, la han felicitado y motivado a seguir realizando este gesto que solamente buscaba la alegría de los niños, pero que ahora ha llegado mucho más allá de la comuna de Mulchén.
El legado y el mensaje de esfuerzo tras las sopaipillas
La “Tía Verito”, como la llaman con afecto en las calles, asegura que este proyecto es más que una simple venta de sopaipillas. “Empezamos de abajo y todo esto emociona. Mi hijo ha seguido el mismo camino: si a algún niño le faltan unos pesos, igual le vendemos la sopaipilla”, relata orgullosa.
El objetivo es claro: fomentar el esfuerzo y la dedicación en los estudiantes. “Las clases terminaron, pero las sopaipillas volverán el próximo año. Quiero que sigan esforzándose. Las reglas son simples: un 6.5 en media y un 7.0 en básica, y deben traer la prueba como evidencia”, explica Verónica, invitando a todos a participar en esta singular iniciativa.
El carrito número 4, en calle Sotomayor, es el epicentro de esta historia. Abierto todos los días de 08:00 a 18:30 horas, se ha convertido en un símbolo de esfuerzo, cariño y comunidad. “Invito a todos a venir. Aquí los esperamos con las mismas ganas y amor, si Dios quiere y tenemos salud”, concluye Verónica, dejando un mensaje de esperanza para el futuro.
Este gesto, que comenzó como una iniciativa modesta, ha trascendido fronteras, mostrando que pequeños actos de bondad pueden generar un impacto profundo en la vida de las personas.
Mulchén, gracias a la “Tía de las Sopaipillas”, se ha convertido en un referente de solidaridad y compromiso con la educación, dándose a conocer un lado amable y humilde en la provincia del Biobío, donde cada día se revelan nuevas y curiosas historias.
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