El sector de sur de Los Ángeles concentra a más del 30% de la población de la ciudad.

Según estimaciones, este porcentaje equivale a más de 60 mil personas, en un sector que está caracterizado principalmente por ser un sector de familias vulnerables y que lucha diariamente por eliminar los estigmas sociales que hay sobre ellos. Es cierto que tiene algunos sectores donde hay delincuencia y tráfico de drogas, pero también es más cierto aun que la gran mayoría de los vecinos, son gente honesta y trabajadora.

En los últimos años, han existido importantes avances en materia de desarrollo de infraestructura pública en este lugar. Jardines infantiles, Centros de Salud Familiar, avenidas y pavimentaciones más el proyecto en pleno desarrollo para contar con su propio cuartel de bomberos para la novena compañía. A eso se le suma una explosión inmobiliaria de casas y departamentos coronando cada «paño» vacío.

Sin embargo, uno de los inconvenientes más grandes que tiene a la fecha es que la situación vial está al borde del colapso y quienes viven ahí, deben sufrir las consecuencias cada mañana y cada tarde. Incluso en estos tiempos de pandemia, donde anda menos gente, la congestión vehícular es impactante.

La razón de esta saturación, es porque este enorme sector, sólo tiene dos calles de acceso. Sí, solo dos para 60 mil habitantes.

Nuestro equipo de El Contraste ante el llamado de vecinos, ha salido a recorrer este lugar en las horas punta y se ha encontrado con una impactante y lamentable sorpresa.

Entre las 18 y 20 horas, el tránsito por avenida Las Industrias, presenta una congestión que se extiende desde Gabriela Mistral hasta pasado el cruce Antuco. En ocasiones, hemos quedado en la fila antes del Hotel Los Ángeles. Llegar a la avenida Francisco Encina, que en ocasiones normales podría tardar desde la avenida Alemania unos 5 minutos, ahora son 20 a 25.

También hemos intentado ingresar por por calle Freire a Los Carrera, que es la única vía desde el centro para llegar, lo que sumado al colapso en la misma avenida de acceso, fácilmente hace demorar un regreso a casa en 20 y hasta 30 minutos, dependiendo el caso.

Frente a esta grave situación, que va en directo perjuicio de la calidad de vida de las personas que ahí habitan, comenzamos a recorrer el lugar para ver si es que existía alguna manera de descongestionar estas vías. Y hay dos.

La primera alternativa de largo plazo, a simple vista requiere de una alta inversión y gestiones, pero a esta altura deberían gestionarse con urgencia. Se trata de la avenida Ferrocarril. Hoy, una calle de barro que hoy no conduce a nada podría ser una diagonal muy eficaz para terminar con este colapso.

Se iniciaría desde avenida Los Carrera hasta su salida en el sector de la empresa Iansa y conectaría en su trayecto la calle Manuel Rodríguez que desemboca en pleno centro de la ciudad.

Y la segunda, que es fácil de concretar al corto plazo es la que permitiría construir un puente entre villa Los Escritores y Parque Nativo, para conectar directamente las avenidas Francisco Encina con Gabriela Mistral. Son 72 metros, nada más.

Esta ruta, prácticamente a las puertas del hospital y permite además ingresar al radio céntrico por Balmaceda – a 200 metros de esa esquina – de una manera mucho más fácil.

Ahí sólo se requiere un puente. Pero al visitar ese lugar, nos encontramos con una sorpresa. Un muro de ladrillo que divide ambos «barrios». Por un lado una población vulnerable y por el otro un sector residencial. Gran problema para el alcalde.

En el año 2020 y con todo lo que ha experimentado el país, no pueden existir elementos tan segregadores como un muro (ver foto principal). Hay quienes dicen que es para separar el Estero Paillihue, pero la sensación que deja al visitarlo, es sólo la obvia: No querer ver más allá.

Obviamente a los vecinos de Parque Nativo la idea les debe parecer pésima, pero es la única alternativa para 60 mil personas que necesitan mejor calidad de vida con urgencia.

Poco se oye a las autoridades hablar de este tema y colocar el foco en este problema, podría mitigar el impacto y estrés que le produce a los trabajadores, al obrero, al empleado del comercio, de las casas, de los terminales, vegas y mercados, entre tantas otras a entregarles un gesto tan difícil a veces y que sólo se traduce en dignidad.