Se suponía que Chile cambió. Estábamos avanzando por el respeto entre las personas, la dignidad humana, modificando nuestra cultura de sexualización, entre tantas otras.
Miles de personas, principalmente universitarios, han dejado los pies en la calle para crear conciencia y exigirle a las autoridades y a la sociedad en su conjunto, cambios que se mantengan en el tiempo y nos permitan mayor integración y equidad. La causa feminista, por ejemplo, fue una de las más grandes movilizaciones que haya registrado el país entero en su historia.
Por esta razón, muchos esperaban que esa fuera la premisa del inicio del año académico 2019, pero nos enfrentamos otra vez, al doble estándar de muchos alumnos de educación superior, que por un lado exigen mayor respeto y por otro, humillan, destruyen las vestimentas y hacen pruebas de alto nivel sexual a los nuevos compañeros.
No se entiende. Realmente.
El mechoneo es una práctica arcaica, absurda y ridícula que no invita a nada. Hoy en la mañana me tocó ver a muchos jóvenes caminando por la calle. Había una alumna en particular que tenía sus pantalones evidentemente cortados con tijeras y su polera tampoco había escapado de la bienvenida de sus pares.
Pero ahí están nuevamente, por las calles, sin sus zapatos, sucios y ediondos, pidiendo dinero a los transeúntes para que sus compañeros de segundo año le devuelvan sus mochilas y ropas. Patético.
Las normativas de las casas de estudio, adaptándose a los nuevos tiempos, tienen la obligación de sancionar las humillaciones y vejaciones hacia su comunidad estudiantil. No podemos taparnos los ojos y decir «forma parte de la cultura».
El discurso del respeto se mantiene en todo momento, no solamente cuando la ideología o la masa nos convoca a una manifestación. Se predica con el ejemplo.
De la misma manera en que si se exige educación de calidad, lo primero es ser alumno de calidad y no esperar que el semestre se salve con el certamen que dará promedio 4,0.
Estimados universitarios, ustedes son el motor de las mayores demandas sociales del último tiempo. Su voz se ha hecho escuchar. Se han modificado leyes, acceso a la educación y patrones de conductas como una gran revolución en positivo, pero el doble discurso echa por tierra todo lo logrado, porque no son consecuentes.
Gabriel Hernández Veloso
Director