En el corazón del sur de Chile, dos comunas hermanas guardan un legado que mezcla historia, paisaje y tradición ferroviaria. Laja y San Rosendo, unidas por un puente centenario y una memoria común, ofrecen a quien las visita una experiencia que transita entre la nostalgia de los trenes y la pureza de la naturaleza aún no corrompida por el tiempo.
Todo comenzó hace más de un siglo, cuando estas tierras eran parte de una zona estratégica para el desarrollo del país. La historia de Laja, por ejemplo, se remonta al 22 de diciembre de 1891, cuando fue establecida oficialmente dentro de un decreto de la Ley de Comunas Autónomas bajo el nombre de Municipalidad Estación de La Rinconada. Diez años más tarde, se fundó Santa Fe como parte de esa división comunal, pero solo en 1927 se reconocería oficialmente a la comuna de Laja como tal.
Desde entonces, esta comuna ha mantenido un vínculo profundo con el ferrocarril. Su cercanía con San Rosendo, una de las localidades más emblemáticas en la historia ferroviaria del país, ha tejido una identidad común marcada por los rieles, las locomotoras y el vapor.
San Rosendo
San Rosendo, por su parte, nació oficialmente en 1826, pero su historia comienza mucho antes. En los primeros años del siglo XVII, el gobernador Alonso de Ribera ordenó la construcción de un fuerte en el cerro Centinela. Fue destruido por los pueblos originarios en 1655, reconstruido y finalmente arrasado otra vez en 1823. Recién tres años después, surgiría el asentamiento actual, que con el tiempo se convertiría en una pieza clave del sistema ferroviario nacional.
Con la construcción del ramal Chillán–Talcahuano en 1869 y el levantamiento del puente sobre el río Laja entre 1889 y 1890, San Rosendo se transformó en el epicentro del tránsito ferroviario del sur. Desde allí se organizaban las salidas de trenes, se realizaban mantenciones en la monumental Casa de Máquinas construida en 1885. Ahí se abastecía de carbón y agua a gran parte de las locomotoras del país.
La tornamesa, aún presente, giraba con precisión milimétrica para redistribuir los trenes hacia las distintas vías, mientras enormes chimeneas y depósitos de agua trabajaban día y noche. Hoy, ese pasado glorioso se conserva como un museo al aire libre, donde dos locomotoras que alguna vez surcaron los rieles de Chile permanecen como Monumentos Históricos. A un costado, el Museo Ferroviario recoge herramientas, vagones y recuerdos de una época que marcó profundamente la identidad local.

Lugares hermosos de San Rosendo y Laja
Pero estas comunas no solo respiran historia, también ofrecen paisajes de una belleza que sorprende. En Laja, a solo unas cuadras del centro, se encuentra la Laguna La Señoraza, un cuerpo de agua que según la leyenda debe su nombre a una dama que desapareció misteriosamente entre sus aguas. Hoy es uno de los principales puntos turísticos de la comuna, con actividades náuticas. Festivales a sus orillas y un recorrido costanero que invita al descanso, la observación de aves y la conexión con el entorno. Su rol como humedal le otorga además un valor ecológico incalculable, que ha generado controversias recientes sobre su protección.
A pocos kilómetros se ubican otras joyas escondidas: la Laguna El Pillo, de difícil acceso y protegida por propiedades privadas que han evitado su deterioro, y la Laguna Coyanco, a 19 kilómetros de Laja, rodeada de árboles milenarios y muelles que permiten la pesca y el canotaje. Ambos lugares han escapado a la destrucción del progreso gracias al aislamiento, manteniéndose como verdaderas reservas de biodiversidad donde conviven coipos, aves como las taguas y árboles nativos que detienen la erosión.
El vínculo entre Laja y San Rosendo se materializa en el imponente Puente Ferroviario diseñado por Gustave Eiffel y construido en tiempo récord a fines del siglo XIX. Originalmente pensado para el paso de trenes, peatones y vehículos livianos. Hoy es una pasarela peatonal y ciclovía desde la cual se puede ver la mágica confluencia de los ríos Laja y Biobío. Bajo este coloso de hierro, se encuentra el Balneario San Roque. Cuyas aguas refrescan cada verano a decenas de visitantes que descansan mientras observan, al fondo, el cruce de los trenes.

Un descanso privilegiado
En las alturas, el Mirador El Descanso ofrece una vista privilegiada: el entramado de vías, la Casa de Máquinas, los ríos, y al fondo, la comuna de Laja. Es parte de un proyecto municipal para habilitar una red de miradores que potencie el turismo y ayude a resignificar el valor patrimonial de la zona.
No todo ha sido esplendor. San Rosendo también ha conocido la tragedia. En 1936, una inundación dañó gravemente la parte baja de la ciudad y sus vías férreas. Cinco años más tarde, un incendio arrasó con tres manzanas, destruyendo casas, hoteles y edificios municipales. No había entonces un cuerpo de bomberos, y debieron acudir unidades desde otras comunas para contener las llamas. Pero la historia de estas comunas es, precisamente, una historia de resistencia. De reconstrucción. De adaptación al paso del tiempo sin perder la identidad.
Hoy, Laja y San Rosendo se abren al turismo, no desde la masividad, sino desde el encanto íntimo de sus calles, sus lagunas y sus rieles oxidados que siguen contando historias. Son lugares que no necesitan grandes campañas para atraer visitantes, porque quienes llegan, lo hacen movidos por la curiosidad. Y luego se van conmovidos por la historia, la belleza y la hospitalidad de su gente.
Así, en este rincón del Biobío, el sur de Chile sigue latiendo con la fuerza del acero. Junto al rumor del agua y la memoria de los trenes que siguen vigente.
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