Antugua estación Monte Águila

Desde sus orígenes como asentamiento de colonos europeos hasta su auge con el ferrocarril, Monte Águila guarda vestigios de un pasado que impulsó su desarrollo económico, cultural e incluso casi llegando a un punto internacional. 

A tan solo 6 kilómetros al sur de Cabrero, en la Provincia del Biobío, se encuentra la localidad monteaguilina. Una comunidad marcada por el legado del tren y una historia. Donde pasó por varias etapas, logrando posicionarla como un eje clave en la conexión del sur de Chile con el resto del país —e incluso con Argentina, gracias a un proyecto que casi se ejecutó.  

Su origen se remonta a 1852, cuando el presidente Manuel Montt impulsó una política de colonización que atrajo a inmigrantes alemanes, italianos y franceses. Estas familias fueron las primeras en poblar la zona, dando paso a la construcción de caminos, viviendas y los primeros trazos de una localidad que vería su mayor auge en 1864 con la llegada del ferrocarril

El ramal Monte Águila–Polcura, inaugurado en 1873, no solo trajo progreso local, sino que integró a esta pequeña localidad a circuitos económicos nacionales e internacionales. Durante la Guerra del Pacífico (1879–1884), Monte Águila cumplió un rol estratégico. Al ser punto de embarque de soldados, armas y provisiones hacia el norte del país. 

Monte Águila en la historia

Una de las más ambiciosas apuestas fue el proyecto del ferrocarril trasandino que pretendía unir Monte Águila con Neuquén, Argentina. Impulsado por el empresario Porfirio Ahumada junto a socios como Corsini, Carlos Viel, Martín Worman y Horacio del Río. Este plan prometía convertir a la localidad en un punto de intercambio binacional. Sin embargo, pese a que las obras se reactivaron en 1905, la crisis económica de comienzos del siglo XX y la quiebra del concesionario truncaron el sueño en 1911. 

Aunque la conexión internacional nunca se concretó, Monte Águila continuó prosperando gracias a su conexión ferroviaria con Polcura. Además de otros pueblos como Cholguán y Los Ángeles. Sin embargo, a partir de la década de 1980, la actividad ferroviaria comenzó a decaer. Un reflejo de una política nacional que dejó en el olvido a varios ramales del sur chileno. Hoy, los trenes que aún cruzan la zona, como el servicio Alameda–Talcahuano y el transporte de carga, son apenas una sombra del dinamismo de antaño. 

Un patrimonio vivo

No obstante, el tren sigue vivo en la identidad de Monte Águila. En su Plaza de Armas, entre murales, mosaicos, rieles antiguos y esculturas como El Caballo de Agua, se puede sentir la herencia ferroviaria. Las ruinas de la antigua estación —una estructura blanca en ruinas y una oxidada torre de agua— son testimonio del esplendor que alguna vez tuvo esta localidad. También sobrevive el anhelo de sus habitantes, quienes impulsan proyectos para recuperar locomotoras antiguas y preservar la memoria de una época de hierro y vapor. 

Monte Águila no solo fue un punto en el mapa ferroviario de Chile. Fue una promesa de conexión continental, un cruce de culturas y un símbolo de desarrollo que resiste al paso del tiempo, esperando tal vez, que el tren de la historia vuelva a pasar. 

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